LA HABITACION CERRADA / LAIA GARCIA - MIGUEL ANGEL ERBA DOSSIER

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La habitación cerrada de Miguel Ángel Erba y Laia García es un lugar donde las leyes del mundo exterior dejan de operar y surge una lógica propia: imágenes que se sitúan en un espacio liminal entre la vigilia y el sueño, territorios que no reconocemos, pero que resuenan en nosotros con la fuerza de un sueño recurrente del que no logramos despertar. A veces se presentan calmos, suspendidos en una atmósfera onírica; otras veces, se oscurecen, cargados de esa inquietante extrañeza que habita las ensoñaciones más profundas. 

En los paisajes de Miguel Ángel Erba predomina una atmósfera suspendida, como si el tiempo se hubiera detenido justo antes del despertar. Sus rojos intensos no arden, sino que arropan; no gritan, susurran desde el fondo de una escena que nunca es del todo terrestre. Hay en sus composiciones una especie de geografía interior, de territorio emocional que se plasma en la calma profunda de horizontes difusos, cielos densos, aves que aguardan y figuras suspendidas, danzantes o que caen - que no terminan de fijarse del todo. Sus imágenes no narran, pero evocan: el recuerdo de un lugar donde alguna vez fuimos, o creímos haber sido. 

En contraste, la obra de Laia García nos empuja hacia zonas más oscuras de la experiencia. Sus figuras, a veces humanas, a veces híbridas o fragmentarias, aparecen en escenarios que no se entregan fácilmente. La paleta más sobria construye espacios densos, inquietantes, que vibran con una tensión contenida. Sus composiciones recuerdan los sueños en los que sabemos que algo está a punto de suceder, pero nunca llega del todo. Son pinturas que no buscan explicar, sino dislocar. No se trata de comprender lo que vemos, sino de ceder ante la posibilidad de haber sido vistos por aquello que nos mira desde la imagen.