En las pinturas de Javier abundan los no lugares, los campos pelados, las mesetas donde el alma humana se reduce a una mínima expresión. De ahí que sus protagonistas trabajen, jueguen y existan sin dar respuesta a los motivos que les han conducido a tales parajes. La descontextualización es importante, ya que evidencia los rasgos que dan carácter a la obra, ya sea la eliminación de los códigos propios del vestuario o el añadido de objetos y actitudes de necesaria disparidad.
La pintura de Javier Ruiz es un diálogo sobre las relaciones humanas, de pequeñas historias personales que conversan con macroestructuras universales. Es en este paso entre lo mundano y lo sublime donde Javier detiene el tiempo y se pone manos a la obra. En ese mundo en transición goza de una amplia perspectiva sobre las ideas que le preceden y aquellas que desea alcanzar.