1
El sistema de notación musical occidental utiliza signos negros sobre el papel blanco. Sin embargo, se suele hablar de color como una característica del sonido emitido por una voz o un instrumento. Algunas personas van más allá del uso metafórico del término y aseguran “ver” colores cuando escuchan música. Esto es parte del fenómeno general conocido como sinestesia. Algunos músicos afectados por esta anomalía perceptiva han pretendido incluso establecer una equivalencia fija entre sonidos y colores mediante tablas o escalas. Entre ellos destaca el compositor ruso Alexander Scriabin (1872-1915), cuya propuesta hacía coincidir la gradación del espectro con el llamado círculo de quintas (cada nota se sigue de la que marca un intervalo de quinta, hasta cerrar un círculo).
2
Los Responsorios de Tinieblas son un conjunto de textos que se cantan como parte de la liturgia de Semana Santa. Han sido puestos en música en muchas ocasiones, particularmente durante la edad de oro de la polifonía vocal: el Renacimiento. Uno de los ciclos más conocidos es el compuesto por Carlo Gesualdo, Príncipe de Venosa (1561-1613) para 6 voces (bajo, dos tenores, alto y dos sopranos).
La singularísima música de Gesualdo ha sido examinada aquí para desarrollar un sistema de escritura musical alternativo al convencional. En primer lugar, se ha buscado una equivalencia geométrica entre la duración de los sonidos y la extensión de las figuras que los representan. Además, se ha asignado a cada nota un color, tomando como referencia la escala cromática de Scriabin antes mencionada. De todo el ciclo de Responsoria de Gesualdo se han seleccionado dos fragmentos muy breves de la parte destinada a la celebración del Sábado Santo. El primero corresponde al comienzo del 2º responsorio. El texto cantado a seis voces es “Jerusalem, surge” (“Jerusalén, despierta”).
El segundo está contenido en el 8º responsorio. El texto reza: “In tenebrosis et umbra mortis” (“en gran oscuridad y a la sombra de la muerte”). En esta parte solo quedan 4 voces, las de tesitura más grave.
En “Jerusalem, surge”, el módulo es un triángulo equilátero que equivale a la negra (1/4 de la duración del compás). Si se eliminan los silencios, todas las notas de la frase se pueden colocar formando figuras, cada una del tamaño que corresponde a su duración (si la negra es un triángulo equilátero, la blanca es un rombo del doble de área, etc.). Todas juntas, aunque sin orden secuencial, forman otro gran triángulo equilátero: la frase musical cantada por cada una de las seis voces. Las seis voces cierran un hexágono regular perfecto.