“Hacia el bosque, las tormentas” supone un capítulo dentro de su relato, uno importante, en el que ya no se encuentra escondida entre los setos observando la vida pasar. Los acontecimientos le han llevado a dar un paso hacia adelante y la acción le infunde valor, lucha y autoafirmación.
Nos invita a conquistar algo que nos faltaba, el bosque, creando un nuevo género pictórico donde la pintura de historia es generada desde la narración de los fragmentos de una batalla y todo su imaginario simbólico. Escenas interdependientes entre sí que nos van mostrando momentos y personajes en torno a una lucha de la que solo podemos vislumbrar una verdad común entre ellos, la realidad de que parecen “estar hechos del mismo material que los sueños”
Un ciclo dominado por los primeros planos en donde sus característicos, gigantes y rotundos personajes se sienten constreñidos por una ventana que ya no les sirve. Como si hubieran sido modelados en barro y alguien les hubiera insuflado la chispa de la vida, se perciben capaces de derribar una casa con solo soplar. Nos miran, aparecen los jinetes que cabalgan veloces hacia nosotros a punto de saltar del lienzo, aparece la lucha incierta y el falso triunfo del ganador “No es oro todo lo que reluce”, toda la alegoría poética de un relato invencible.
Sentimos la brisa que desprende este movimiento congelado, el jinete azul que ya se nos mostraba en las predicciones de Kandinsky galopa entonces directo hacia el bosque prohibido para vencer la oscuridad y comprender cuál es el mundo al que pertenece. Existe algo visceral y sabio en su pintura, se mueve rápido, pero no tiene prisa. Su plástica es la metáfora de una actitud impasible ante la tormenta.
Su pincelada se va desprendiendo del lienzo mientras sus personajes actúan, se deshacen, como lo hacen los seres de barro cuando comienza a llover o tal vez “es el viento, el viento que sopla violento el que va desdibujando estas expresiones fugaces. El color aparece como la vida en un día gris y grácil como el trotar de un caballo, una gama cromática desaturada nos advierte de la clarividencia de su trabajo.