Instalación sonora fotosensible compuesta por 23 circuitos sonoros fotosensibles que producen sonidos percusivos (pulsos) muy cortos de afinación indeterminada. Su ritmo depende de la intensidad de la luz que captan. Los altavoces están utilizados como verdaderos instrumentos musicales ya que no reproducen ningún sonido previamente grabado. Los circuitos electrónicos producen cada cierto tiempo un pulso eléctrico que al llevarlo al altavoz hace que éste vibre según su frecuencia natural de vibración, la cual depende fundamentalmente del tamaño de su membrana (como en los instrumentos musicales de percusión). El circuito electrónico hace que cada altavoz produzca su propia voz, por eso con circuitos del mismo tipo se obtienen sonidos muy distintos. La distribución de los altavoces por la sala se hace siguiendo criterios derivados de la instrumentación, para que no se produzca enmascaramiento de unos sonidos sobre los otros, y también atendiendo a criterios de composición musical, por eso los altavoces se agrupan por tesituras que funcionan con diferente viveza o ritmo medio, así, los altavoces mas agudos (de membranas muy pequeña) producen los ritmos más rápidos y los mas graves (membranas muy grandes) producen los ritmos más lentos.
El espectador cambia los ritmos al provocar sombras sobre los circuitos, sin embargo, ésta interactividad está regulada a la baja para que el espectador no se dé cuenta al principio y sienta un momento de "misterio rítmico". Poco a poco irá descubrirá mediante su paseo por el interior de la obra que el misterio de los ritmos cambiantes es él mismo. Es él quien provoca estos cambios y por ello él mismo forma también parte de la obra.