Obra compuesta por 20 elementos sonoros fotosensibles que producen una melodía de cuatro notas que se repite en cinco tesituras distintas: extragraves, graves, medios, agudos y sobreagudos, ocupando así toda la extensión del oído humano. Estas melodías de cuatro notas constituyen en realidad un conjunto de cinco ostinatos cuyo ritmo varía a perpetuidad dependiendo siempre de la intensidad de la luz de la sala. Las melodías se imitan unas a otras pero su ritmo varia con total independencia.
Los elementos sonoros fotosensibles se distribuyen por todo el espacio (también pueden estar todos los elementos horizontalmente sobre el suelo. De este modo cuando el visitante entra en la sala se da cuenta de que las notas de cada melodía saltan de uno a otro lado del espacio envolviéndole y moviéndose alrededor de él. Así, el espectador puede sentirse dentro de la obra y habitándola.
Este gran Ostinato varía verdaderamente a perpetuidad de modo que su ritmo nunca se repetirá exactamente. Esta variación infinita desborda el oído del espectador de tal modo que el número de secuencias rítmicas y melódicas distintas que percibirá está limitada solamente por su propia capacidad de escucha.