La obra de Nannini puede interpretarse como una reconstrucción personal, en clave absurda, de las estructuras sociales y los comportamientos individuales de nuestra contemporaneidad.
Utilizando símbolos reconocibles, especialmente de la cultura popular, el artista crea mundos divergentes en los que la cadena de conexiones de significados se fragmenta, alterando las acciones y relaciones de los personajes, hasta el punto de cambiar las reglas que los rigen. Mediante recursos como el humor, la estética naïf, los colores vibrantes, los desajustes en el dibujo o las constantes disonancias, busca producir un contraste entre el mensaje y el tono; un conjunto que descoloca al observador y exalta el sinsentido.